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El amante bilingüe (1990) es una alegoría que plantea el caso de la situación lingüística en Barcelona con motivo del proceso de normalización del catalán impulsado por la ley de 1983, si bien la acción retrocede hasta principios de los setenta, cuando las dictadura de Franco estaba en sus años finales. Es entonces cuando los dos protagonistas de la obra, catalanes bilingües de distinta extracción social, se conocen y se casan. La novela relata la progresiva degradación de Joan Marés a medida que la democracia y el catalanismo -encarnado en la adúltera Norma Valentí y su empleo en las oficinas del Assessorament lingüístic- se afianzan. El caso es tratado de manera grotesca, exagerando o caricaturizando, como es propio del género satírico, y esto ha contribuido a que la crítica generada por la novela desde su aparición se haya convertido en una controversia, en sentido propio o retórico, a nivel internacional, que afecta a las relaciones entre nacionalismo y lengua en el contexto europeo. En la novela de Marsé confluyen los tres genéros retóricos -el judicial, el deliberativo y el epidíctico- y la retórica escolar: el caso que plantea ha dado lugar a una discusión de ley -legislatio- acerca de su aplicación, o una deliberación política sobre su futuro -en relación con la nueva ley de 1997- y la obra misma ha sido objeto de crítica e interpretación, o incluso de adaptación al cine. Trataremos de resumir la controversia escolástica -es decir, académica- que la novela ha suscitado. La parte acusadora es, en general, la que defiende posiciones catalanistas, basadas más o menos abiertamente en la asimilación entre lengua, nación y estado -juntas, las tres, o de dos en dos- idea que tuvo su origen en Alemania durante el siglo XVIII y que está en la base de cualquier nacionalismo, incluido el español, hoy más bien vergonzante o en retirada. Por el otro lado, más bien defensor de la obra, estaría el punto de vista cosmopolita de inspiración francesa, también dieciochesca, que en la actualidad propende a intentar armonizar lo nacional y lo supranacional, en detrimento del Estado nación tal como fue articulado en el siglo XIX. Curiosamente, es en Francia dónde el Estado-nación ha tenido más arraigo, mientras que en España no ha funcionado y ha sido fuente de todo tipo de conflictos, que culminan en la guerra civil y se enquistan en la larga posguerra, tema de fondo de todas las novelas de Marsé. Compárese al respecto la controversia suscitada por El amante bilingüe del lado del nacionalismo catalán con la planteada por La muchacha de las bragas de oro (1978), cuyo caso o asunto de fondo era el libro de Pedro Laín Entralgo Descargo de conciencia (19 ): tanto Laín como Dionisio Ridruejo, autor de un prólogo elogioso de a Si te dicen que caí (1976, ed. Sherzer, 1982: 53-56), o Antonio Tovar y su reseña, también elogiosa, a esta obra (Gaceta Ilustrada, mayo de 1977), fueron notorios falangistas -nacional fascistas españoles- luego notoriamente arrepentidos. Comenzaremos por un punto de vista crítico, o acusador, accesible en la red, cuyo autor es Joan Manuel Resina. Define la novela de Marsé como "the most explicit literary intervention witnessed thus far in Catalonia's language conflict" y prosigue haciendo un resumen de su contenido. Es muy significativa su explicación alegórica de la parte final. Suffering from an ever more acute split personality, Marés finally puts a patch over his right eye to obliterate the Catalan way of looking at things, and concludes with his own version of identity integration: a notorious final monologue delivered in a non-language made up of bits and pieces from Catalan and Andalusian. This self-made koiné goes beyond the debased language proposed at the beginning of the Transition with the motto "el català que avui es parla" ("Catalan as it is spoken today") and comes nearer to the regionalized Spanish that Pasqual Maragall not long ago proposed as the solution for Catalonia's linguistic identity. El ojo derecho tapado de Marés suprime su manera catalana de ver, y decir, las cosas, derivando hacia una especie de koiné que converge con la propuesta de un conocido político socialista catalán. Es curioso, en este sentido, que algunos lingüistas hayan propuesto recientemente ver el español como una koiné desde sus orígenes medievales, poniendo así en duda algunos de los presupuestos de Menéndez Pidal en relación con el castellano. Lo que ocurre es que en Cataluña el español como koiné sólo había funcionado a nivel culto -el castellano propiamente dicho- hasta fechas recientes, cuando comienza la llegada de inmigrantes de otras partes de España. Ningún crítico -tampoco Resina- tiene en cuenta este factor, quizás por la confusión histórica entre castellano y español a distintos niveles. El reproche principal que hace Resina a algunos de los críticos de la novela es su anticuada identificación de nacionalismo y clase burguesa catalana, basada en parte en lo que la propia novela dice, como si fuera algo objetivo. En particular, acusa a Heinemann de no tener en cuenta el pasado histórico que iría en contra de esa identificación y de no indicar lo que sería para la autora una política lingüística adecuada, puesto que se suma al juicio supuestamente latente en la novela de que la ley de normalización de 1983 era excesiva. Tampoco ve claro Resina lo que entienden por burguesía los críticos de la novela, si la usan en sentido marxista o para referirse a los votantes de la mayoría gobernante dirigida por Jordi Pujol, aludido en la obra. Todo esto lleva a la confusión entre lengua, clase y nación, algo que es más evidente para Resina en el crítico Sherzer, sobre todo en el tratamiento de Norma, un rígido estereotipo en este sentido durante toda la novela, frente al humanizado charnego final en el que Marés se transforma: Sherzer is merely restating his parti pris through the rhetoric of authenticity, ignoring Marsé's statement about the instability of identity (and hence of authenticity) in a split society. y le acusa de ignorancia o indiferencia ante el cúmulo de factores que intervienen en la identidad catalana: Sherzer's disorientation reaches its apex when, after applauding Faneca/Marsé's rejection of Norma, he assures us that this is all "a plea for the social integration of the charnego, and, curiously, through integration a genuine normalization of Catalan culture" (1994, 412). Curiously indeed, because what could integration mean once Catalan culture has receded into a stereotype- And what might be the task of cultural and linguistic normalization, if not the correction of an imbalance through the intervention that Norma, in her sociolinguistic role, stands for? Por último, examina el artículo de Azevedo, quien caracteriza a Norma según el estereotipo, añadiendo además el de 'emocionalmente reprimida'. Comprensiblemente, Resina, se alarma y acusa a Azevedo de no separar el grano científico de la paja ideológica: Echoing Marsé's use of a stereotype about the alleged licentiousnes of Catalan women, he elucidates Norma's role as both a class and a linguistic signifier, creating a counterstereotype in the association of the Spanish language with a needy working class. En este último aspecto, sin embargo, Resina no parece tener en cuenta el 'dialecto literario' charnego como tema principal que es del artículo de Azevedo y al que él mismo alude antes, reduciendo así el problema al estereotipo catalanista que es Norma en cuanto asociación de lengua catalana y clase burguesa contrapuesto al estereotipo del charnego o clase baja asociado a lengua española. A propósito de uno de los errores de Azevedo que Resina subraya, el de la traducción del término barreja que aparece en el último párrafo de la novela, aclara: Azevedo renders barreja as a shot mixture of brandy and anis -as a matter of fact the mixture contained Catalan muscatel and Andalusian cazalla wine, the point being that it represented a blending of cultures. Justamente: se trata de la mezcla simbólica de la cultura catalana y de la andaluza, que no hay que confundir con una problemática cultura española que históricamente incluiría a ambas. El valor del artículo de Azevedo reside en el análisis lingüístico que hace en este sentido al identificar el 'dialecto literario' charnego, y que podría extenderse, por ejemplo, a la diferencia entre formas dialectales -no escritas- como la que puede haber entre catalán y valenciano. De ahí que Resina parezca malinterpretar la acusación de este y otros críticos, que echan en falta un compromiso para la integración de los inmigrantes 'murcianos', o andaluces, en Cataluña, pues añade: But what form should compromise take between a language brought to the brink of social extinction and the claims of those speakers of the dominant language who wish to maintain the pressure on the vernacular? A bastardized language, already audible in the substandard Catalan used by most speakers and which has not furthered its social presence in the least? (Segarra 98) Maintenance of Barcelona's relentless castilianization? y aduce toda una serie de estadísticas que indican el descenso en el uso del catalán en Barcelona, minoritario debido a la inmigración, en favor de 'la lengua dominante', lo que demuestra la inefectividad de la ley de normalización de 1983, cuyo objetivo era que todos los habitantes de Cataluña sean efectivamente bilingües en todos los ámbitos sociales. Parecen confundirse aquí diferentes niveles de lengua, pues si existe un catalán bastardo o substandard será, tal vez, porque hay una parte de la población que no ha aprendido ni el catalán normativo ni tampoco el español normativo, la lengua dominante a la que habría que aplicar propiamente el nombre de castellano. El bilingüismo sólo es propiamente tal entre los que dominan ambas lenguas a ese nivel normativo, es decir una clase medianamente cultivada de predominio urbano -lo burgués, en sentido propio- clase en la que el catalán es mayoritariamente la lengua materna y el castellano la lengua 'paterna', la lengua del Estado. Compárese esto con el caso del español en USA (Pease-Alvarez, 1993: http://www.ncbe.gwu.edu) en sus distintos niveles, incluyendo el spanglish o la simplificación del lenguaje entre las clases no cultivadas, sean chicanos, puertorriqueños, cubanos u otros. Y añádanse a ello los impedimentos o prohibiciones en el país de la libertad para un auténtico bilingüismo, el dominio de las dos lenguas a nivel culto o alfabetizado. Un caso curioso en este sentido referido al catalán, que Resina no considera a pesar de que es tratado en el artículo de Heinemann (152-3), es el de la novela de Andreu Martín Jesús al' infern, que en la versión castellana del autor ha perdido parte de su atractivo, pues no puede reproducirse -como dialecto visual, se entiende- el catalán de la comarca de Pallars que el protagonista trae a Barcelona, igual que las frases o expresiones en castellano dentro del texto catalán pierden el efecto de contraste. Por ello, se pone en duda en este artículo la pertinencia de la técnica de su autor de escribir alternativamente en castellano y catalán y luego publicar en las dos lenguas. Martín, ejemplo de bilingüsmo literario, crea en esta novela un caso alternativo al de Marsé, al tratar precisamente de un personaje catalán provinciano que llega a Barcelona, aunque no un emigrante o xarnego en el sentido primitivo de la palabra. El problema, tal como apunta Resina, es que el bilingüismo no se quede en diglosia, con la lengua del Estado como dominante; pero también que la diglosia no caiga del otro lado, con Estado catalán o sin él. Como botón de muestra que ilustra el tema de El amante bilingüe, el artículo firmado por James Petras, profesor de Etica Política de la Universidad nortemericana de Binghamton, aparecido en el diario El Mundo (15/01/99), que, tras comparar la situación catalana con la de Estados Unidos, añade: ...cuando me pidieron que diera una conferencia en la joya de la educación superior en Barcelona, la Universidad Pompeu Fabra. ¡El patrocinador me preguntó si la pronunciaría en catalán o en inglés! "¿Por qué no en español?", pregunté yo. El profesor respondió que eso era inaceptable. Así que hablé en inglés y me dí cuenta de que menos de la mitad de la audiencia entendía laconferencia, aunque el 100% entendía español. Más tarde pregunté alguien de la jerarquíauniversitaria por qué pensaba que el inglés era menos represivo que el español, dado que el imperialismo de Estados Unidos enseñoreaba la OTAN y el imperio financiero de los bancos en Wall Street y Londres. Su respuesta: "Hemos estado oprimidos por los españoles mientras que las grandes empresas angloamericanas son socios nuestros en la modernización de nuestra nación". ("La cuestión del bilingüismo": http://www.elmundo.es/1999/04/14/opinion/14N0034.html) En el contexto académico de la Pompeu Fabra, sin embargo, el 'español' que tanto Petras como los oyentes y patrocinadores catalanistas conocen está a un nivel distinto del 'habla hispana' de los 'murcianos' emigrantes o de los hispanos norteamericanos a la que antes se refiere el articulista. El rechazo de los catalanistas va contra una norma y en favor de otra norma, que los emigrantes deben aprender antes o por encima de la castellana. Al final, es el inglés, la norma internacional de hoy, la que gana la partida, aunque no sea comprendida por todos, o se entienda mal, o se hable de forma bastarda. También 'la' Norma, en la novela de Marsé, desprecia o rechaza la norma castellana, y el 'habla hispana' o charnega, en cambio, que no parece entender muy bien, despierta sus instintos. Al final, también, un habla mestiza o bastarda culmina la transformación de Marés, tras haber renunciado a 'la' Norma. Tal como hemos apuntado al comienzo, el aspecto legal de la cuestión es importante, ya que el tema subyacente de la novela de Marsé es la ley de normalización de 1983. Desde este punto de vista, comparemos ahora todo lo anterior con el informativo artículo de McInnes, que empieza con una cita de Jordi Pujol: A people is a fact of mentality, of language, of feelings. It is a historic fact, and it is a fact of spiritual ethnicity. Finally it is a fact of will. In our case however it is in an important sense an achievement of language. (Construir Catalunya, 1980) Esta cita le sirve al articulista para constatar que la lengua es el principal elemento sobre el que reposa el fet diferencial catalán, ya desde la Renaixença del siglo XIX, y anota las fechas de los primeros textos normativos, la gramática (1918) y el diccionario (1932) de Pompeu Fabra. Explica que el poder de Madrid, desde los Borbones, unido al interés liberal-capitalista, ha legislado siempre contra la lengua, y que. por ello, la reacción nacionalista se ha basado siempre en ella y ha definido como catalán el que habla catalán. Tras destacar la oleada de inmigrantes de otras parte de España que acudió a Cataluña en busca de trabajo, desequilibrando otra vez la balanza en favor del castellano, pasa a estudiar la ley de normalización de 1983, que tiende a reequilibrar la situación en favor del catalán con medidas diversas, sobre todo a través de una educación bilingüe. Esto ha permitido la recuperación del catalán, unido al interés de los inmigrantes a aprenderlo debido a que su dominio permite un ascenso más rápido en la escala social. Estadísticas de 1996 constatan un alto porcentaje de convivencia lingüística que confirma el bilingüismo de la sociedad catalana. A pesar de los avances, los nacionalistas siguen creyendo insuficiente el uso que se hace del catalán, pues la igualdad de derechos, o la libre competencia, sigue favoreciendo al castellano y temen por la pervivencia del catalán en el futuro. Añade McInnes: According to this argument "normalisation" can only be achieved if Catalan enjoys the same sort of hegemony in Catalunya that state languages enjoy elsewhere, so that "living entirely in Catalan" in the same way that it is possible to use English in any context in Britain, or French in France. Debido a este clima, en el que vuelven a aparecer las oleadas de inmigrantes, el partido nacionalista en el poder propone otra ley en 1997 con nuevas medidas, que son muy discutidas, con las consiguientes reacciones y contrarreacciones (véase, al respecto, Vallverdú, 1998, pp. 137-145) que reflejan diferentes puntos de vista sobre la normalización y el bilingüismo. En 1998 se redacta la nueva ley, corregida, con una actitud más favorable hacia los inmigrantes y sin identificar cultura, o nación, catalana y lengua. Al final, para explicar la falta de acuerdo sobre las medidas que intentan ir más allá de la ley de 1983, McInnes resume la situación según dos perspectivas: The essence of normalisation, in this perspective, is the creation of an equality of language opportunity. Catalan may be the llengua pròpia of the nation, but this need not stop both Castilian and Catalan being everyday tools of communication. The second view of normalisation takes a more traditional view of the relationship between language and nation: because language is national it should be, to some extent, a complusory obligation of citizenship. Only if Catalan is the language which many people are obliged to speak, in various contexts, is it the language that people can normally use. For some this implies not only subordinating the civil rights of individual Castilian speakers to the needs of the Catalan language, but also requiring those parts of the Spanish state which deal with Catalunya to do so in the language of Catalunya. (...) But if we argue for the right of the Generalitat to protect Catalan because it is the right of Paris to protect French, then it follows that it is the right of Madrid to protect Castilian. Such an analysis therefore implies that Catalan's long term future requires an independent state to protect it: one people, one language, one state. (...) Since it is hard to envisage Catalunya being able to require the Spanish state to deal with it in Catalan, virtually all those in the debate tacitly support bilingualism. Lo curioso de la referencia al francés -la langue d'oïl- es que no se tiene en cuenta el parentesco del catalán con la lengua propia del sur de Francia, la langue d'oc, el occitano. Es justamente el modelo francés lo que se ha copiado en España desde el siglo XVIII hasta 1978, sin mucho éxito; en Francia, en cambio, lo ha tenido, y cómo: el catalán se está perdiendo en la perdida Cataluña francesa, la que los partidarios de la catalanización deberían reivindicar en primer lugar -igual que los nacionalistas vascos el País Vasco francés-. Pero el Estado español es mucho más débil que el francés y, por tanto, es mucho más fácil de derrotar, en el sentido nacionalista de aspirar a otro Estado. Una solución intermedia sería viable, la de la articulación de todas las nacionalidades -en el sentido romántico alemán del término- en una Europa sin Estados o al menos con Estados con mayor cesión de soberanía; pero aquí justamente el obstáculo principal sería Francia, no España, que ya ha cedido buena parte de esa soberanía a las comunidades autónomas. McInnes también parece inclinarse por una solución europea, -¿tal vez por ser escocés?- según se deduce de sus propias palabras: What is also apparent is that state sovereignty, and the relationship between different layers of government in modern Europe no longer takes the form of a collection of internally all powerful nation states externally confronting its "independent" neighbours. This suggests that it is civil society, rather than the state, that has hitherto been responsible for the strength of Catalan and will also determine its future. La quiebra entre las dos posiciones acerca de la ley era previsible y se anticipa ya en la entrevista que Montse Roig hizo a Marsé en 1975, en la que se advierte su clara posición en contra de los nacionalistas excluyentes que culpan a la cultura que ellos llaman 'castellana' de la represión del catalán en la posguerra y de la represión misma de Cataluña como nación. Dice Marsé a Roig (89) que lo que importa en su novela Si te dicen que caí es la memoria colectiva, la voz que no pertenece a nadie y es de todos; tras confesar Roig que no acaba de entenderse bien con Marsé debido a su negativa a escribir en catalán (90), concluye que tras leer esa novela comprendió que existe un divorcio, o un abismo, entre la cultura 'catalana' y el mundo de los marginados. No puede ocultar Roig, sin embargo, su simpatía hacia Marsé, tal vez porque sus ideas progresistas no le permiten distanciarse de esos marginados que no hablan catalán, o cuyo catalán es puramente oral y bastardo. Si comparamos el caso de Teresa y Pijoaparte en Últimas tardes con Teresa (1966) con el de Natalia y Emilio en El temps de les cireres (1977), parece como si Roig presentara una contrapartida a Marsé, o le replicara en su mismo terreno, pero en catalán. En su novela la marginada es la condición femenina representada en Natalia, que en este caso es catalana, y Emilio es un señorito andaluz, cuyos fervores revolucionarios pasarán pronto; debido a este mensaje y a la crítica que en la obra se hace de la misma clase burguesa catalana condescendiente con el franquismo, tuvo éxito dentro y fuera de Cataluña. Pero Marsé vuelve a la carga en El amante bilingüe a través de Norma y su oscilación erótica entre el culto sociolingüista Valls Verdú y Faneca, procedente éste, como Marés, del mundo marginal de la calle Verdi, fuera de la norma. La situación inicial de la pareja bilingüe Marés-Norma en el contexto de la dictadura se diluye con los nuevos tiempos -la nueva Norma- en esa oscilación que nada resuelve, con una norma catalana imposible de aplicar a una población que tampoco sabe norma castellana. Esto nos lleva otra vez al aspecto retórico y a la cuestión del recurso elocutivo fundamental de la novela: la alegoría. Los personajes son, ante todo, personificaciones de fuerzas en conflicto en el contexto barcelonés en diferentes tiempos: si seguimos el ordo naturalis de la narración, Norma, cuando conoce a Marés en 1970, sería la hija contestataria de la burguesía catalana que detenta el poder económico en connivencia con la dictadura, y su matrimonio con Marés el capricho de una niña bien, con piso en el edificio de la progresía catalana, el Walden 7 de Bofill en Sant Just d' Esvern. Coincidiendo con la muerte del dictador, en noviembre de 1975, Norma rompe la norma matrimonial y se separa de Marés, al tiempo que sus estudios de filología catalana le permiten reencarnarse en la nueva Norma con su empleo de sociolingüista en las oficinas del Assessorament Lingüístic, adscritas al plan de normalización que prepara la ley de 1983, al tiempo que vuelve a la casona familiar, Villa Valentí. El viejo poder económico cuenta ahora también con el poder político, ejercido a traves de la nueva norma lingüística. Norma, simplemente, cambia de norma, sin que esto altere su debilidad por el proletariado andaluz sin norma, analfabeto, su servidumbre sexual. Marés, por su parte, no cambia de norma. Su bilingüismo no es culto, esto es, aprendido o escrito; su norma es el castellano, la lengua de la escuela durante la dictadura; de ahí los tres cuadernos que escribe para Norma sobre su vida, que no podría haber escrito en catalán. Y es atraído por lo que le falta: la norma catalana y su poder económico. Cuando los pierde se da a la melopea callejera de lenguas mezcladas y cuando pierde también la cara se desdobla en el 'murciano' Faneca, disfrazado para recuperar a 'la' Norma. Todo ello entre 1982, cuando unos exaltados nacionalistas catalanes le queman la cara, hasta 1985, en que escribe sus cuadernos y seduce a Norma con su nueva apariencia de charnego analfabeto, lejos ya de su lado catalán. Entre esos años, en 1983, la nueva ley de normalización lingüística entra en vigor, pero el proceso que sigue Marés es el inverso al que pretende la ley y termina sin norma alguna, tres años después de escribir los cuadernos en la norma castellana, diluida su doble personalidad en el lenguaje mestizo, puramente oral dialecto visual en el texto del Torero Enmascarado. Los cuadernos de Marés (I, 1; I, 7 y II, 3), confesionales, sirven de glosa, o excursus, a la narración principal 'objetiva' en tercera persona. La norma castellana es aquí imprescindible como el molde más antiguo y abarcador de los otros, sea la nueva norma catalana o los dialectos visuales que reflejan la oralidad analfabeta de los que no están en la norma, sean xarnegos, en el sentido primario de catalán analfabeto, o charnegos-murcianos-andaluces. El primer cuaderno incluye su testimonio del adulterio y el diálogo con el limpiabotas murciano en el que cuenta cómo conoció a Norma; el segundo urga en sus orígenes familiares, hijo como es de catalanes fracasados de la farándula y criado en un barrio con predominio de inmigrantes andaluces; el tercer cuaderno relata su primer acceso, con diez años, a Villa Valentí, en 1943, un Marés niño confundido por el padre de Norma con sus amigos charnegos del barrio, al que disfraza de araña maligna, o 'tarántula murciana', rendida a San Jorge para una función patriotera en la que recita una poesía en catalán con acento andaluz. Es, quizás, la parte más discutible de la novela, pues la crítica al doble juego de la burguesía catalana que Víctor Valentí representa se hace demasiado explícita, esa burguesía enriquecida gracias a la dictadura y a la vez añorando un mítico pasado hecho de retales seudohistóricos; además, la confusión entre norma y habla, o entre norma y dialecto, que ya hemos visto en la crítica de la obra, se manifiesta aquí en los versos patrioteros de Sagarra que Valentí manda aprender de memoria al niño de diez años que él cree charnego -aunque hable 'una mica de catalá'-, versos que le entrega mecanografiados. Aunque corrige la pronunciación del niño cuando éste le recita la poesía de memoria, que tal vez ya sabía de antemano, no es verosímil que le crea capaz de leer catalán a esa edad y en 1943. Por otra parte, el 'catalanufo' y 'afamado sociolingüista Jordi Valls Verdú, peligroso activista cultural' (29), amante ocasional de Norma y caricatura del intelectual nacionalista catalán, remite inevitablemente al conocido lingüista Francesc Vallverdú, quien había publicado una reseña a Un día volveré (1982) en la que acusa a Marsé de falseamiento de la realidad, pues al elegir el castellano como lengua para sus novelas, tergiversa el ambiente catalanohablante barcelonés en el que la acción se desarrolla, en particular el de esta novela: el barrio de Gracia en 1959. La crítica incluye una comparación que no debió de sentar nada bien a Marsé: ...com per fer se perdonar que en cap moment no aflori el conflicte lingüístic, ni es faci esment de la llengua dels graciencs, ni s'insinuï la repressió a què eren sotmeses la llengua i la cultura catalanas no oblidem, repeteixo, que es tracta d'una novel la "testimonial" , Marsé "enriqueix" el seu castellà amb tal quantitat de catalanismes que fereix la sensibilitat del lector. Se'm pot dir que Valle Inclán va fer el mateix amb els galleguismes, però com que era un bon estilista, els sabia integrar eficaçment en el seu idiolecte. No és aquest el cas de Marsé, que no té res d'estilista,...(17) No parece ajeno a esto el que Marsé publicara un prólogo en 1991, traducido al gallego, a un libro sobre la emigración gallega en Cataluña en el que se acusa a la Generalitat de indiferencia o pasividad ante la cultura gallega de esos emigrantes. Detalla Marsé que se interesó por la emigración gallega de Barcelona en los primeros años setenta, cuando empezó a frecuentar los bares gallegos de la zona de Correos en busca de ambientes para su novela Si te dicen que caí (9). El amante bilingüe puede ser también, por tanto, una respuesta a Vallverdú y a los nacionalistas catalanes que tienden a ignorar, a su vez, las lenguas y culturas españolas no catalanas, dependientes en buena parte de la industria editorial barcelonesa. En 1969 había publicado el sociolingüista un prólogo a la edición en catalán de un libro del lingüista danés Otto Jespersen en el que se lamenta de que en Cataluña apenas se usó la traducción como divulgadora y que la lingüística 'hagi estat ignorada fins avui per les nostres editorials' (5). Evidentemente, Vallverdú no considera suyo lo publicado en español, pues existe traducción del libro de Jespersen, publicada en Argentina por la Revista de Occidente, en traducción del exiliado Fernando Vela, en 1947. Es el mismo original inglés, de 1946, el que utiliza Vela y el traductor catalán Joan A. Argenté. A pesar de esto, Vallverdú es conciliador en los numerosos ensayos de sociolingüística que ha publicado: en su libro de 1990, argumentando contra los pesimistas que temen por el futuro del catalán, llega a decir: "Al capdavall, la convivència lingüística és un bé social no tan accessori con algunes veus semblen deixar entendre, amb manifestes incomprensions respecte als castellanoparlants"(118) Ya en el prólogo de 1969 (14) cita un pasaje de Jespersen en el que dice que el investigador lingüístico o literario tienen el deber de combatir el nacionalismo -como antipatía, menosprecio u odio a lo extraño extranjero, con tendencia a asimilarlo o aniquilarlo- como algo opuesto al patriotismo en cuanto amor a la tierra al pueblo y al habla, que pueden conjugarse con la amistad y simpatía por otros pueblos, sin caer en el solipsismo, o reclusión autosuficiente en la lengua propia. Vallverdú (1975: 42 ss.), además, considera problemática la idea de que cada lengua lleve una visión del mundo propia y cita a Martinet, quien se muestra contrario a la mitificación de la lengua materna; luego duda que pueda existir un bilingüismo de dominio equiparable en ambas lenguas. También se muestra menos obsesivo que otros lingüistas respecto a la castellanización histórica de Cataluña desde el siglo XVI, reconociendo, más o menos, que sólo afecta a las capas altas de la sociedad hasta bien entrado el siglo XX, a la vez que constata que el siglo de oro de las letras catalanas se da bajo una dinastía 'castellana'. No obstante, Vallverdú (1981: 26 ss.) habla abiertamente de conflicto lingüístico para referirse a las relaciones históricas entre castellano y catalán, condicionadas por el supuesto dominio político de Castilla, obsesivamente confundido, no sólo en Cataluña, con el poder imperial radicado en un reino con ese nombre, tal plurilingüe como la corona de Aragón, imperio que usa del castellano -la lengua normativa o culta- como el imperio romano usaba del latín o el actual imperio americano usa del inglés. Aunque en su prólogo a Jespersen cita la creación por éste de una lengua artificial, el Novial (1928) no menciona uno de los trabajos (1933) en los que lo justifica, relativizando la distinción entre lenguas naturales y artificiales; entre las primeras, todas lenguas 'nacionales' en origen, distingue aquellas que son también internacionales, argumentando que éstas últimas son más artificiales que las otras, llenas como están en mayor medida de aportes de muy diversa procedencia: Jespersen, profesor de inglés él mismo, influyó no poco con sus libros de texto para que esta lengua fuera la segunda lengua de los países escandinavos. También insiste el lingüista danés en la distinción entre lengua hablada y escrita para argumentar la artificialidad de esta última, cuya ortografía es muchas veces conservada sin que corresponda a la evolución de la lengua. De ahí que se confunda a menudo la norma con la lengua en su evolución y en sus diferentes variedades. Esto, en el caso del castellano o del catalán, apenas se tiene en cuenta, o no se diferencia entre una lengua escrita de fecha reciente y otra con una tradición literaria muy antigua. Cuando se habla de 'castellanización' o de castellano en Cataluña, hay que tener en cuenta que se refiere sólo al nivel escrito o culto -enseñado- de lengua, algo que sólo ha podido darse entre las clases elevadas hasta fechas bien recientes. Y lo mismo vale para los otros territorios de la antigua corona de Aragón que adoptan la norma castellana, sin que esto quiera decir que hablen castellano, al menos hasta la escolarización obligatoria que no comienza hasta mediados del siglo XIX. Es interesante comparar a Vallverdú con Badia, en un trabajo en el que explica la situación histórica del catalán como lengua en contacto con otras en distintas situaciones de poder. Por un lado, afirma Badia que "A partir del segle XII, la unió amb Aragó posà en contacte els catalans amb la parla aragonesa, modalitat dialectal del castellà" (71), un evidente anacronismo si se refiere a lo que algunos lingüistas llaman navarro aragonés, la modalidad dialectal del valle del Ebro y comarcas colindantes, que debe diferenciarse de las hablas pirenaicas, por no hablar de las mozárabes. Por otro lado, tras equiparar abusivamente la relación entre catalán y castellano con la de catalán y francés en Francia o la de catalán e italiano en l'Alguer, concluye con la obviedad de que la lengua con más poder acaba por imponerse a la más indefensa (ibid.), algo que, justamente, está claro en el caso de Francia, pero no tanto en el de España. Se pregunta Badia al final de su trabajo dónde está el poder en la Cataluña posterior a la ley de 1983, no sin reconocer que el comportamiento de los catalanohablantes respecto de su lengua es desconcertante o contradictorio, todo ello, naturalmente, de acuerdo con los presupuestos de identificación entre lengua y nación de los que siempre se parte. Algunos datos: La abundancia de libros en catalán contrasta con la pobreza de publicaciones periódicas, y el uso general del catalán en la administración contrasta con su escasa implantación en la empresa privada. El poder, concluye, está muy disperso y se distribuye según diferentes vías: el catalán es la lengua de prestigio y cultura, o la de promoción social, pero en el ámbito comercial o técnico y el de los medios de comunicación de masas, domina el castellano o, cada vez más, el inglés. La conclusión es que la normalización se ha quedado corta y debe ser mejorada, pero Badia, en realidad, evade la cuestión y atribuye la salvación del catalán a un 'poder moral' que siempre ha actuado y que puede hacer maravillas. Para terminar, otro punto de vista accesible en la red, el de Stephen King, que expone sus intenciones al comienzo: Este estudio se centrará en la crítica que Marsé hace de la política de renovación cultural en Cataluña durante los años ochenta (...) En particular, me ceñiré al recurso de desempeñar papeles y de la representación teatral que en El amante bilingüe emplea para poner en juicio la construcción de las identidades catalana y española. King es consciente de los diferentes niveles lingüísticos y por ello distingue entre 'el catalán de Norma' -la norma catalana culta-, el 'habla sureña' y el 'castellano estándar' norma culta también, en la que se escribe la novela, distinción que debe ser completada con la precisión ya aludida de Azevedo sobre el 'dialecto visual' -eye dialect- o literario usado por Marsé para representar -parcial o esquemáticamente- ese habla sureña. Tampoco debe olvidarse que tanto el catalán como el castellano estándar que aparecen en la novela son también dialectos literarios, visuales, elaborados y evolucionados históricamente: el castellano estándar desde Alfonso X y el catalán desde Ramon Lull. Esto se ve más claro en la distinción implícita que hace Norma en el capítulo 11 de la primera parte entre castellano y dialecto charnego cuando dice a Marés, supuesto charnego, por teléfono: 'procure hablar sin ese acento porque no le entiendo' (63), y Marés le responde ya en un castellano normativo, con frases y palabras intercaladas en charnego. Destaca King que en el personaje de Marés la relación entre autor y obra se hace borrosa. Marsé juega con el lector, invitándole a identificar al protagonista con el autor a través de las similitudes entre su edad los dos nacieron en el año 1933 y entre sus nombres Marsé / Marés y también con el nombre del álter ego del protagonista, Juan Faneca, cuyo apellido llevaba Marsé antes de cambiarlo al de sus padres adoptivos: Marés es nada más que una representación exagerada de varios 'tipos' culturales. Como un camaleón, Marés transforma su apariencia según las circunstancias, lo que hace que su identidad sea cambiante, difícil de precisar. Aunque Marés sea una exageración grotesca, Marsé quiere que su protagonista lleve al lector a cuestionarse los 'actos' culturales que cada uno emplea para definirse. Para King desempeñar papeles es el quid de El amante bilingüe: la novela contiene muchas referencias al teatro y a la representación. Y cita a Patricia Waugh, la cual sostiene que si, como individuos, ocupamos "papeles" en lugar de "identidades", entonces el estudio de personajes en las novelas puede ofrecer un modelo útil para entender la construcción de la subjetividad en el mundo más allá de las novelas'. De una manera similar, en El amante bilingüe se pretende que el lector cuestione los mitos que constituyen su propio ser y la manera en que desempeña papeles. Si consigue su fin depende de la habilidad del lector de ver más allá de la exageración y de reconocer que la identidad cultural catalana es poco más que unos 'actos' representativos de ésta. Y añade que al igual que Marés no ha podido negar los aspectos 'castellanos' de su personalidad, Faneca no puede erradicar totalmente lo catalán de Marés. El relato acaba con Marés/Faneca, disfrazado del Torero Enmascarado, tocando el acordeón delante de la Sagrada Familia, el símbolo más conocido y representativo de Barcelona y cuya fachada nueva, como la del protagonista, es un sitio de debate y conflicto. Concluye King: la novela juega con su propia identidad cultural de la misma manera que juega Marés / Faneca. Sin duda, la obra es un producto de la cultura catalana, pero no de la cultura monolingüe representada en el libro por el amante catalán de Norma, Jordi Valls Verdú; es el producto de una cultura catalana heterogénea, o quizá sería mejor describirlo como un producto de culturas catalanas. El amante bilingüe intenta poner en duda la noción de una esencia integral de la cultura catalana al exponer los mitos que constituyen la identidad catalana. Al mostrar los aspectos teatrales de la cultura catalana, el texto ofrece una visión alternativa de la construcción de identidades. Si observamos la peculiaridad de la situación catalana desde el punto de vista de la traducción será más fácil precisar la distinción entre lengua normativa y lengua propiamente dicha, pues en ese contexto, como en el de los 'Países catalanes' en general, la traducción del castellano al catalán sólo puede estar justificada en casos aislados y puntuales, ya que se trata de traducir de una norma más universal a otra, ambas conocidas por los catalanohablantes cultos, los que leen. Y en este sentido, la novela de Marsé parece estar construida a drede para que su traducción al catalán sea inoperante y sólo tenga sentido desde el castellano o cualquier otra lengua que lo sustituya, excepto el catalán. Imaginemos, sin embargo, un cambio futuro de la situación y una Cataluña monolingüe: la traducción de la novela de Marsé sería allí necesaria -conservando el 'dialecto visual' andaluz convenientemente anotado- aunque perdiera buena parte de sus matices. Llegar a esta situación sería posible, en más o menos tiempo, con o sin independencia; lo que es imposible, salvo en Francia, es la desaparición del catalán: Vallverdú lo sabe y lo dice. Quizás esto explique en parte que ninguno de los críticos no españoles de la novela de Marsé se inclinen por los criterios del nacionalismo catalanista. Y si del campo de la crítica pasamos al de la historia, ocurre algo parecido: Basta como muestra el artículo de John Elliot "In search of 1640" publicado en el número 4 (2001) del Journal of Catalan Studies. En la primavera de 1640, cuando la insurrección contra Olivares, nadie identificaba a la patria o nación catalana con su lengua, y el castellano era la lengua del imperio -Portugal incluido: poco después, ya separado, sería monolingüe para siempre-, que sólo las élites de cualquiera de sus territorios sabían escribir. El imperio, hoy, tiene su sede lejos de Castilla, y su lengua es el inglés. Notes/referències bibliogràfiques |